Recuerdo lo que durante mucho
tiempo fue el peor día de mi vida. Quizás a otras personas no les parezca tan malo, pero esa es mi sensación
al echar la vista atrás hoy por hoy. Fue el 1 de abril de 2010, ese día me
marche de la casa donde había intentado hacer realidad un sueño precioso, crear
una familia. Dejé atrás dos hijas de 9 y 3 años y una mujer a la que quise como
jamás he querido a nadie y que nunca volveré a querer. No puedo olvidar aquella
imagen al marcharme con una maleta enorme y una mochila, mis hijas jugando con
sus primos sin darse cuenta de lo que realmente estaba ocurriendo, mientras
dentro de casa mi mujer tumbada en la cama lloraba, tanto por la pérdida
reciente de la mujer a la que cuidaba, como por mi marcha, deseada por ella. Ese
día me sentí abandonado, triste, solo y conviviendo con tantas emociones
desoladoras que hicieron que jamás pueda olvidar aquel momento. Han pasado más
de siete años, llenos de momentos malos y difíciles de hacer entender con
palabras, cada vez que veía a mis hijas marcharse, el dolor que sentía era tan
fuerte que deseaba morir y no me importaban las consecuencias que ello traería,
tanto para las niñas como para su madre, mi familia y amigos, los cuales poco a
poco fui perdiendo, es más, conocí gente nueva y también los perdí. Más de una
vez tome pastillas sin control acabando en el hospital, despertándome sobre la
camilla de un box, flotando y enterándome de muy poco, pero lo importante era
que estaba cuidado por alguien que era lo que necesitaba en aquel momento. La
autolesión era otra manera de terminar en el hospital siendo atendido por
alguien y sintiéndome a gusto. Creo que nunca intenté quitarme la vida, salvo la
primera vez que tome pastillas y acabe en
la costa tumbado en un banco, pasando un frio insoportable y escuchando
como sonaba mi teléfono, ya que mande tres mensajes de despedida, aquella noche
después de contestar a mi mujer y decir donde estaba, deseé morir y que todo
acabara, pero no fue así, llegaron a tiempo, primero un policía y después mi
sobrino con unos 17 años más o menos, gritando: “tío tío”, y tras el parte de
mi familia, en ese momento ya estaba adormecido, pero me pude dar cuenta de la
cara de tristeza, asombro y miedo de mi sobrino, su padre se me acerco y me
preguntaba, ¿Qué estaba haciendo?, aunque también me daba ánimos. En el
hospital estaba mi exmujer llorando, sin saber muy bien qué hacer y a saber que
se la estaba pasando por la cabeza, me miraba como queriéndome decir porque estás
haciendo esto o algo por el estilo, también estaba mí hermana y cuando la mire
vi en su cara tristeza, impotencia y enfado. La verdad es que estaban allí conmigo,
pero no como yo quería que estuvieran, que era atendiéndome y apoyándome tras
lo que había hecho y el porqué. Llego la doctora y hablo dentro y fuera del
box, mientras tumbado en la camilla los nervios me recorrían el cuerpo,
pensando en que mi exmujer se alejaría mas de mí y mi sueño de volver con ella no
ocurriría, que mi hermana descargaría conmigo toda la rabia que podía sentir. A
partir de ese momento empecé a sentirme dentro de un círculo de emociones, como
la culpa, el miedo, la desesperación, el arrepentimiento y otras tantas. Lo que
tengo claro es que hoy lo que siento es culpa y tristeza. Un recuerdo que me
cuesta evitar acordarme de él, es cuando viviendo en un sexto piso yo me balanceaba
sentado en una silla y mirando hacia la ventana, sin pensar nada bueno. No
fueron momentos agradables ya que las cosas no sabía porque las hacía y
pensaba, y tan siquiera encontraba la ayuda necesaria que yo pedía, por parte
de nadie, lo que me llevaba a estar más desesperado. Durante este tiempo conocí
a tres mujeres con las que mantuve varias relaciones sentimentales, de las
cuales no salió nada bueno ya que yo las estropeé con mis conductas. Son muchas
cosas las que hice a los demás y a mí mismo y todo ello me llevó a quedarme solo, con el único respiro de mis
hijas, las cuales han conseguido que posiblemente hoy sea más fuerte y pueda
estar escribiendo esto. Tres años en un centro de día y varios ingresos tanto en
hospitales, fueron mi experiencia de la cual puedo sacar una reflexión: ojalá
se invirtiera más dinero para ayudar a las personas con enfermedades o
trastornos mentales y no en tantas tonterías como se hace. Vivir esta
experiencia te abre los ojos y ves como cada persona es diferente y sufre las
cosas de manera distinta o con más o menos intensidad pero siempre sufriendo y
sin ver una salida a sus problemas. Después de esos tres años acudiendo al
centro de día, llegué a un punto de conocimiento personal que me llevó a darme
cuenta de todo lo que fui y soy, y así conseguir gestionar mi trastorno de
personalidad, con el que conviviré para
siempre.
Ahora mismo estoy pasando una
etapa de miedos, incertidumbre, tristeza y mas emociones que me están haciendo
mucho daño; la gestión de mi vida está
siendo muy difícil y seguramente llegue a estar en el punto donde quiero llegar,
pero, como en la primera fase de mi recuperación personal, no veo la manera de
llegar a ese momento, con una diferencia, y es que antes, hacia todo lo que me
decían y ahora soy yo el que decide aunque no sé por dónde empezar a reanudar
mi vida y esto me está dañando de manera brutal, volviendo a sentir cosas del
pasado, las cuales los profesionales me dicen que es normal y se pasarán y
conseguiré volver a cumplir mis objetivos, unos objetivos que no veo, y aunque
parezca contradictorio, no les veo por ver las cosas con la claridad suficiente
para vivir en armonía con la persona que soy. Tanto tiempo siendo un muñeco sin
rumbo, hace que ahora no sepa controlar mi estado de bienestar y lo esté
pasando realmente mal. Sé que es complicado de entender todo esto pero hasta
que no lo vives no te puedes poner en el lugar de la persona que lo está
pasando, es decir yo. Tengo la esperanza de que lo mismo que me di cuenta de
tantas cosas y recupere mi bienestar, también consiga darme cuenta de todo lo
necesario para terminar de evolucionar y convivir el resto de mi vida con un yo
conforme de cómo se siente y se comporta. Hoy estoy viviendo el día a día sin
rumbo pero con un destino, en un barco a la deriva pero tiene motores que le
pueden llevar a buen puerto, aunque esos motores tengo que encenderles pero no
sé cómo. Son muchas las veces que dije o publiqué en redes sociales que ya
estaba bien y que saldría adelante, todas ellas fueron precipitadas. Ahora no
estoy bien, pero he llegado a conseguir
lo que quería y poco a poco conseguiré lo que quiero, aunque no lo veo,
ahí esta la diferencia, antes me ilusionaba y celebraba cosas que no ocurrían y
ahora no me ilusiono ni celebro nada, pero, sin darme cuenta todo lo que quiero
está en camino igual que antes. Estoy desesperado por conseguir tantas cosas,
tengo tanta prisa por llegar a donde yo quiero, de demostrarme quién soy y lo
que valgo y porqué no, demostrárselo a los demás, aunque poco a poco lo van
notando. Todo lo que estoy contando es un momento de inspiración positiva, en
la cual me doy cuenta de las cosas y aprovecho a escribir ya que mañana o en un
rato estaré hundido y con necesidad de no sentirme frustrado a cada momento.
Espero y deseo que esta vez sea la definitiva, la que me haga llegar lejos o al
menos al lugar que yo quiero. Sé que la gente se cansó de escucharme y leerme,
pero ahora sí puedo decir que lo que estoy escribiendo, lo hago sabiendo lo que
quiere decir cada frase, con su sentido común, el cual yo no tuve nunca y menos
los últimos años.
Sé que hay gente que está
esperando a que me disculpe, aunque no me perdonen o si, también hay quien no
quiere ni que me disculpe, pero me da igual. El que lea esto entenderá que todo
lo que ocurrió al convivir conmigo es parte de nuestra relación, sea del tipo
que sea esa relación, por qué tengo que pedir perdón a personas que no
entienden, que de manera no deseada, no gestioné mis emociones, y ello me llevó
a esas conductas que terminaron con las relaciones personales. ¿Siempre que una
persona se equivoca pide perdón?, no, no siempre se pide perdón, y por muy
grave que parezca todo lo que hice, fue voluntario, pero sin pensar en las consecuencias
de mis acciones. Sí, fue voluntario, y no pienso refugiarme en mi TLP para
tapar el daño que hice a los demás y principalmente a mí mismo, no pienso
justificarme delante de nadie, ya que no tendría sentido. A partir de ahora
seguiré pasándolo mal y aguantándome las ganas de hablar con la gente que
conozco, para intentar arreglar las relaciones que teníamos, y si no se
arreglan, quedarán en el recuerdo, un lugar tan fantástico como el presente.
Perdonar no es fácil, pero si sabes hacerlo, es sencillo, empieza por
perdonarte tú lo que has vivido con la otra persona y sin darte cuenta dejaras
de dar importancia a lo ocurrido, y creo que después do todo lo dicho, pedir
perdón por mi parte no sería lo ideal, si se entendió lo que he escrito, será
suficiente para llegado el momento en el que yo valore, si me merece la pena
reanudar mi relación con alguna persona, ésta entienda de qué manera lo hago y
después podremos hablar del por qué me interesa comenzar de nuevo.
Si tuviera que pedir perdón a
alguien, sólo tendría que pedírselo a dos personas, las cuales son las más
importantes en mi vida y esas personas son mis hijas. Hay una tercera a la cual
creo que debería pedirle perdón por lo sucedido después de acabar nuestra
relación, y es la madre de mis hijas, todo lo ocurrido durante la relación es
un tema que deberíamos hablar sin prisa y siempre que ella quiera, ella siempre
me dijo que el pasado no la interesaba, que ella vivía el presente y mirando el
futuro, aunque sí hay algo que la diría y es que si durante 10 años que
estuvimos juntos pensó de esa manera, tendría que reflexionar él porque me echo
en cara el daño que la hice desde el primer día, creo que no está en lo cierto pero
como ella decía lo que pasó, pasó.
Si sé que tengo que dar las
gracias de una manera u otra, a ciertas personas que me acompañaron en los
malos momentos y que no sólo estuvieron a mi lado, también les decepcioné a la
hora de responderlas, dejándoles de lado sin querer hacerlo y estoy dispuesto a
escuchar y a asumir mi responsabilidad sobre lo sucedido. Incluso terceras
personas que terminaron cansadas de mis conductas, viendo como yo hacía daño a
sus seres queridos.
También tendría que dar las
gracias a mis hijas por aguantar tantas cosas que han vivido a mi lado y
principalmente por vivir con mi ausencia en el entorno familiar. A su madre
también por darse cuenta de los cambios en mi persona y ser más flexible y
cercana a mí y por haber aguantado algunas cosas, acabada la relación.
Por todo lo que he hecho durante
este tiempo, ya he pagado, ya sea con la justicia, con la familia, los amigos y
con algo aun mas difícil de gestionar,
mis emociones, sobre todo la soledad y la tristeza y por encima de
ellas, admitir que estoy decepcionado conmigo mismo, aunque ahora, la soledad y
la impotencia de no poder avanzar más deprisa, son mi lucha diaria.
Todo lo escrito puede confundir a
alguna persona, pero sé, que esta vez, lo que he escrito está pensado, y
meditadas las posibles consecuencias.
Cada vez que miro toda mi vida, me doy cuenta que mis
conductas no fueron las idóneas, pero las de los demás hacia mí tampoco, quizás, el problema, son las
expectativas que ponemos sobre los demás y al no conseguirlas o no realizar las
que esperábamos, te tachan de traidor, mal amigo, mal hermano o quien seas.
Simplemente frustrémonos y aguantémonos las emociones que tanto nos cuestan
gestionar, estemos bien o mal de la cabeza, como se suele decir. Yo por mi
parte he decidido utilizar estas conductas inadecuadas para aprender de ellas e
intentar no volver a repetirlas.
Es muy difícil decidir cual es el
final ideal de este escrito, ya que la aventura continua y aunque sé que no
repetiré todo el daño que hice, nadie sabe qué me espera en el futuro, así que
hoy si puedo pedir perdón, por lo que pueda hacer a partir de ahora, que espero
no tenga que hacerlo a menudo aunque tampoco pasa nada por pedirlo siempre que
lo haga siendo consciente del por qué y el cómo de esa bonita capacidad que
tenemos para reconciliar nuestras vidas.
Por cierto, mi sentido del humor,
mi ironía y la capacidad de empatizar y relacionarme con los demás, sigue
siendo igual o mejor aún, que durante estos 43 años de vida que llevo dejando huella
allí por donde paso y a las personas que conozco
El ser humano es tan imperfecto,
que nunca sabremos qué es ser perfecto y lo mejor no debemos saberlo.